Para los que creen que la poesía es asunto exclusivo de intelectuales, quiero contarles que se acaba de proferir el fallo del III PREMIO NACIONAL DE POESIA “PORFIRIO BARBA JACOB” en Medellín, Colombia. Entre ochenta y tres participantes, que enviaron sus trabajos, se premió con el Primer Puesto al poemario, titulado “Abreviatura del Árbol”. de JULIO CESAR ARCINIEGAS MOSCOSO, oriundo de Rovira, Tolima.
Esto no tendría mucho de particular, si no fuera por un par de detalles, que como los espejos del calidoscopio, mueven y reacomodan todo y en dos segundos, uno ya no es el mismo ni el mundo tampoco, y lo que no era más que una noticia literaria, se convierte en un suceso imposible de ignorar, a saber:
Lo primero: El III Premio Nacional de Poesía, lo convoca la Casa de Poesía “Porfirio Barba Jacob” en Medellín, Colombia. Esta institución, la vi nacer, la he visto crecer, con las directrices de Edgar Trejos, poeta de pensamiento palabra y obra, y de las poetas Cecilia Muñóz y Claudia Trujillo con sus colaboradores, y sé de sus peripecias y de la lucha de años, para sostener este proyecto despolitizado, y por lo tanto sin ayudas económicas, pero con una calidad más allá de toda duda.
Y segundo: Porque en prueba de lo anterior, el poeta galardonado con el primer lugar en esta versión, no es Abogado, ni Filosofo, ni Escritor, ni Periodista, ni Médico en uso de buen retiro, dedicado a la escritura, no señores, es un campesino, de esos de verdad, de poncho y sombrero, que aran la tierra todos los días y que todavía viven en una casita con sembrados afuera y gallos que despiertan el día a punta de kikiriki.
Y lo mejor de todo, su poesía, léanla,respirenla, y sabrán porqué obtuvo el primer lugar. Ojala los que acometemos el poema tuviéramos esa mirada profunda y transparente de Julio Cesar, esa vocación vegetal sabia y armónica, esa música y ese paisaje que muchas veces no alcanzamos a divisar en lo que escribimos.
Bien por todos, por los que tenemos hoy antes de salir del horno el libro, la oportunidad de darle un vistazo, por los organizadores de la convocatoria, cuyo mayor logro es premiar la verdadera poesía, y por un hombre grande que no tiene nada de “abreviado” en lo que respecta a su talento.
EL VUELO DE DIOS
He tendido la mirada colina abajo y he visto el vuelo
de Dios en las razones por las que trabaja el árbol.
Dios ama el reparto súbito de las hojas, comparte el amor
de las frondas.
Sabe que el árbol que corre tras el asombro del hombre
es el árbol de la poesía
ASCETA
Desde la curva misma de la permanencia,
en ese margen alado que garantiza el silencio
exiliado de su sombra,
recoge el pez raptor de lo vertical.
Es el árbol que se inicia entonces en el
anticipo de igualdad, del encantamiento,
de la flexión de la madera,
arbol-parcela que profundiza la inmersión total de
la noche.
EL ARBOL SUMERGIDO
Un árbol entra en otro
y tiene que aprenderlo todo,
llevado a otra dimensión ingresa en la hilera
de las luces.
El no ser le aturde y lo acerca a las durezas.
Nadie nombra aquí el silencio. Todo empieza
desde las voces de adentro donde se pierden
las materias y las hojas del neón se agrupan
impávidas como una jungla rígida de motores,
fluídos y paraderos. Aquí se aprende la
alfabetización del hierro. Aún en la fisura de la
palabra el hormigón tiene ideas. Volúmenes de
ignorancia devienen de los carteles.
Preso entre la omisión de los octaedros
El árbol grita sumergido entre otro que no es nadie
casapoesiapbjacob@hotmail.com
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3 comments:
Mágica noticia que el alma agradece, poesía esplendorosa la de Julio César, me emocionó intensamente.
Gracias por enviarla, además, pude recuperar los datos de Cecilia y Edgar!!! Maravilloso también.
Emilce
Hola Marta querida, me gusta mucho tu blog. Felicidades.
¿puedo subir la liga de tu blog a mi pag.?
Beso
Lina Zerón
www.linazeron.com
Saludos desde México, Marta.
Ya había leído la noticia en una revista literaria... y me puse a llorar emocionada. Recordé a Miguel Hernández, una de las glorias de las letras universales: albañil y campesino también. Y leo "Árbol sumergido" y el grito de ese árbol domesticado por la ciudad, me sobrepasa... y no puedo sino ponerme de pie y bajar la frente: estamos frente a un poeta.
Qué intensa alegría siento.
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