Sunday, June 24, 2007

HOY LA NADA TIENE NOMBRE

Hace ocho años viajamos juntos a Italia en una “traviesía”, de esas que le quedan a uno tan bien hechas, que de inmediato se consagran en el Top 10 de la fama, como clásicos de nuestra existencia, y contaremos a nuestros amigos cada vez que tengamos un par de tragos de más en la cabeza, y repetiremos a los nietos (cuando los papás los dejen en nuestra casa, y salgan por la puerta apretando los dientes….y con los ojos torcidos de mirar al cielo… “ave María Purísima, que no les pase nada, porque con mi mamá, hummm nunca se sabe”.) y los pobres indefensos tengan que escucharla hasta cuando lleguen a cierta edad y nos digan: ayyy noo abue, otra vez?
-Entre otras cosas, si la juventud se llama “adolescencia”…porque adolecemos de todo, nos harta todo, nos fastidia todo, odiamos todo y nos creemos capaces de todo, ¿Cómo se llamaría esa edad última, en que nuevamente estamos hartos de todo, nos fastidia todo, creemos saberlo todo, aunque ya también tengamos clarito que NO somos capaces de todo?-

Como decia, Nadie y yo viajamos con otros nadaístas de la vida a Milan, a bebernos el vino de los que venían de Francia en un jeep más viejo que la sarna, pero que traía un cargamento precioso a saber: Seis cajas de beaujolais, panfletos políticos, cuadernos repletos de poemas, grabados, bocetos, y una docena de esculturas frescas, recién horneadas en su taller La Vaca Azul en Paris. Allí le oí por primera vez en vivo y en directo uno de sus vitriólicos discursos, y pude comprobar sin intermediarios su mamagallismo ácido, y su importaculismo, erigido por su movimiento en filosofía pura de la vida. O sea en NADAÍSMO. Ese nadie, tiene nombre, se llama Jotamario Arbeláez, poeta en ejercicio de sus disfunciones literarias, colombiano, sobreviviente milagroso de la burocracia gubernamental que lo llevó a conocer el mundo, embajador de la palabra, colaborador habitual de periódicos, revistas, y con visa de residente entre los columnistas de Cronópios, uno de los diarios virtuales mas reconocidos en la red, de donde precisamente lo acabo de secuestrar para compartirlo con ustedes.

Hoy escribe sobre la noticia de moda en Colombia, democracia sacratísima, en donde acaban de aprobar o están a punto de hacerlo, el proyecto de Ley que otorga derechos patrimoniales a las parejas del mismo sexo. Que bueno. Ahí les va, y que Diosito nos agarre confesados…

LA BOMBA GAY

Por: Jotamario Arbeláez
Poeta nadaísta

¿Estallará la tremolina de los ‘homonorables’ representantes?

Ante todo, no se pronuncie “la bomba guey”, por cuanto la palabra gay, de procedencia inglesa, está castellanizada en su acepciones de ‘homosexual’ y de ‘alegre’ y su plural es gays, como acabo de encontrar en el diccionario enciclopédico Espasa, donde buscaba la palabra gaya, que también es ‘alegre’, pero que en el caso de ‘gaya ciencia’ -como titula el libro de Nietzsche-, equivale al arte de la poesía. De modo pues que, a partir de este párrafo, pronúnciese gay, con una rotunda a. Y léase este texto con espíritu gayo.
La semana pasada, en la Cámara de Representantes, a pupitrazo limpio y faltando cinco para las doce, nuestros trasnochados padres de la patria aprobaron el trajinado proyecto que otorga derechos patrimoniales a parejas del mismo sexo. El presidente de la corporación, Alfredo Cuello Baute, muy tieso y muy macho él, hizo lo que pudo por hundir la propuesta, pero cayó abatido por una mayoría de 62 votos contra 43, lo que le llevó a declarar que habría conflicto de intereses en muchos de los victoriosos votantes, lo que podría llevarles a perder sus investiduras. Pero mientras las pierden, echó un vainazo de marca mayor, diciendo que esperaba “que no fuera a aparecer más adelante la foto de alguno de sus colegas haciendo de drag queen en la Caracas”. Entiendo que quiso significar trasvestido, por lo de las investiduras cambiadas. Ninguno replicó el varillazo, dejando en el ambiente la sospecha de que el tal proyecto se aprobó con los votos del closet. Muy prudentes los aludidos, no quisieron torear aun más la lengua del homofóbico.
¡Horror! Sólo nos faltaba que después del escándalo de los ‘paralamentarios’, fuera a estallar la tremolina de los ‘homonorables representantes’.
A partir de este histórico y trascendental momento, los homosexuales pueden, pues, contar con seguridad social y heredar las fortunas de sus machucantes, que no digo maridos puesto que todavía está en veremos el matrimonio. Pero ya llegará, con la consecuente adopción de bebés y el divorcio por si deciden reinvertirse.
Pero no era ésta la ‘bomba gay’ a la que me refería en mi titular. Y no tiene que ver con nuestras honorables recámaras sino con el Pentágono gringo, donde también parece que se cuecen habas. Estuvo a punto de cocción, en 1994 (1), la propuesta indecente de un laboratorio militar de fabricar y lanzar una especie de bomba bacteriológica cuyos componentes químicos, a base de afrodisíacos y otras sustancias deshormonantes y destesticulantes, trasformarían a los ejércitos enemigos en homosexuales ávidos de hacer el amor y no la guerra. Perdido el espíritu de combarte e imperando la indisciplina en las filas enemigas (¿se imaginan en nuestros territorios nacionales?), el ejército gringo no tendría necesidad de utilizar tanto parque sino más bien vaselina. Cosa que, viéndolo bien, aunque en sentido figurado, es lo que siempre ha venido haciendo.
A pesar de que parezca más bien una humorada, se estaba fraguando un crimen de lesa humanidad, al hacer que en contra de su voluntad toda una horda de guerreros se transformara en un carnaval de plumeros, en contravía del libre desarrollo de su personalidad, y convirtiéndose en desleal competencia de los homosexuales orgánicos que ejercen con todas las de la ley, y en cumplimiento de sus leyes genéticas.
En el Pentágono, para minimizar el efecto desencadenante del descontrolador explosivo, se lo calificó de arma no mortal. Como si no fuera peor que la muerte para el invadido que un ejército invasor lo sorprendiera con los pantalones abajo. Convertir en homosexuales lujuriosos a batallones enteros para ganar una guerra o una batalla, sólo puede ser una idea salida de un científico loco. Pero también muy bruto o muy ignorante. Porque parece que nunca ha visto una “loca” brava. (2)

(1) Según noticia de El Tiempo. Sábado 16 de Junio-07. Pag. 1-21.
(2) Y yo se por qué lo digo. Si no me creen, pongan atención al correo electrónico de esta columna.
nadaismo@telesat.com.co (correo de Jotamario)

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