Quiero presentarles una mujer que escribe con los pies bien puestos en la tierra. Poseedora de una claridad y una sensibilidad especial para tratar temas que nos tocan directamente a todos los que en algún momento de nuestras vidas, pensamos que vivir en USA era una opción posible a la solución de nuestros melodramas personales, y sin pensarlo dos veces nos lanzamos de cabeza al abismo, como quien se tira de un avion a 15 mil pies de altura con un paracaídas confeccionado con la ilusa fé del carbonero, de que uno no se muere la víspera sino el día que le toca.
Por ahí dicen que cuando ella nació en Caracas (Venezuela), temblaron los caracoles en Matanzas (Cuba), pues esta hija de Ochún una vez que aprendió a escribir, a leer y a amar, no ha dejado descanzar los santos a los que les pide favores, les exige milagros y les propone cambalaches, con tal de tender puentes sobre las marejadas imposibles que arrastran año a año inmigrantes a este país del sueño americano. Ganadora del Premio Nacional New America Media Awards en el 2006 por la serie: Latinos y Afroamericanos: historias paralelas. En 1992 obtuvo el 4th Annual Hispanic Print Media Award de la Asociación Nacional de Publicaciones Hispanas de Estados Unidos, por su "sobresaliente labor informativa en temas latinoamericanos".En 1997 obtuvo el premio José Antonio Miró Quesada, de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), por su participación periodística en una campaña sobre el voto hispano en la Unión Americana, y en 1998 obtuvo también de la SIP el premio Pedro Joaquín Chamorro de Relaciones Internacionales, por su trabajo sobre las leyes migratorias de Estados Unidos y su impacto en la sociedad norteamericana.
Desde el diario LA OPINION de Los Angeles, envia su claridad de faro inagotable, sus cuchillos certeros para rompernos la confusión, su conocimiento rotundo para transitar por los oscuros vericuetos del sistema, porque ella también pasó de mojada el charco de la vida cuando se vino dizque a estudiar inglés y se quedó. Porque como muchos remó con los brazos el tormentoso mar de la condición de extranjero, en una balsa hecha de ilusiones hasta llegar donde está. Y porque todo eso le da la autoridad moral necesaria para tirarnos las orejas cuando nos hacemos sordos y queremos intentar las inútlies soluciones de otras partes y otros tiempos.
Hoy llega a este blog, para ponernos a pensar en cosas aparentemente simples, pero que por su peso se caen y no hay quien las levante. Oigámosla, quizá como el canto mágico de las cigarras, logre despertar las piedras. Bienvenida Pilar, finalmente estamos juntas, aunque sea en la virtualidad de la nostálgia.
NO VA POR AHI
Por: Pilar Marrero
Unos hablan mandarín, y otros hablan cantonés. Un lector me corregía cuando en alguna columna yo dije que alguien hablaba chino y decía, acertadamente, que en China se hablan varios idiomas.
Agradezco la corrección, porque además me da pie para saltar a otro tema más del momento: la discusión en torno a los inmigrantes y la actitud de los estadounidenses. Creo que lo que está pasando aquí es que estamos hablando diferentes idiomas. Y no me refiero solamente al inglés y al español.
Viendo la otra noche el programa de Don Francisco, encontré muy loable el esfuerzo del comunicador chileno al querer presentar los dramáticos casos de familias que van a ser separadas por la deportación. Incluso, explicó que el programa podría ser visto en inglés en el audio alternativo, e invitó a los televidentes a grabarlo y compartirlo con amigos de habla inglesa. La cosa va por ahí, más o menos.
Pero aunque a mí me parecieron conmovedoras las historias de las familias a punto de separarse, el jovencito llorando porque le iban a sacar del país a su mamá o la suegra arrodillada en el piso con los brazos en cruz pidiéndole a Don Francisco que hiciera algo para que no le separaran a su familia, me di cuenta de que la cosa sí que no va por ahí.
Las historias dramáticas del sufrimiento de los inmigrantes, de las injusticias que se cometen, de los llantos y las muertes en la frontera, no van a lograr su cometido. Para empezar, esas historias las contamos, principalmente, los medios en español, por lo que las personas de habla inglesa no se enteran.
Segundo, aunque entendieran, dudo mucho de que la mayoría de los estadounidenses lloraría con nosotros. No porque no tengan corazón, que sí lo tienen. En mi experiencia, la mayoría de los estadounidenses son buena gente, y más tolerantes de lo que pensamos. Pero han sido criados bajo la filosofía de Horatio Alger, un escritor del siglo XIX que tuvo una enorme influencia en la sociedad, con sus historias de niños que nacen pobres, luchan contra todos los obstáculos, trabajando duro y viviendo virtuosos, hasta que consiguen fama y fortuna.
En términos generales, los estadounidenses no ven con mucha simpatía a las "víctimas", y por eso creo que es un error presentar como tales a los inmigrantes, aunque haya muchas evidencias de que lo sean.
Los inmigrantes, en realidad, somos gente en la mejor tradición de Horatio Alger, buscadores del sueño americano, que realmente trabajamos muy duro y nos sobreponemos a los obstáculos. Tenemos una historia que contar, pero no la contamos bien. Al contrario: caemos demasiado en el llanto y la acusación. Lo que hay que decir aquí, y en buen inglés, es que si siguen imponiendo leyes contra los inmigrantes, no sólo nos va a ir mal a nosotros, sino también a ellos: es la economía de los estadounidenses la que va a sufrir un tambaleo.
Hay que contarles que el que va a sufrir es su bolsillo. Ya verán cómo ponen atención
Agradezco la corrección, porque además me da pie para saltar a otro tema más del momento: la discusión en torno a los inmigrantes y la actitud de los estadounidenses. Creo que lo que está pasando aquí es que estamos hablando diferentes idiomas. Y no me refiero solamente al inglés y al español.
Viendo la otra noche el programa de Don Francisco, encontré muy loable el esfuerzo del comunicador chileno al querer presentar los dramáticos casos de familias que van a ser separadas por la deportación. Incluso, explicó que el programa podría ser visto en inglés en el audio alternativo, e invitó a los televidentes a grabarlo y compartirlo con amigos de habla inglesa. La cosa va por ahí, más o menos.
Pero aunque a mí me parecieron conmovedoras las historias de las familias a punto de separarse, el jovencito llorando porque le iban a sacar del país a su mamá o la suegra arrodillada en el piso con los brazos en cruz pidiéndole a Don Francisco que hiciera algo para que no le separaran a su familia, me di cuenta de que la cosa sí que no va por ahí.
Las historias dramáticas del sufrimiento de los inmigrantes, de las injusticias que se cometen, de los llantos y las muertes en la frontera, no van a lograr su cometido. Para empezar, esas historias las contamos, principalmente, los medios en español, por lo que las personas de habla inglesa no se enteran.
Segundo, aunque entendieran, dudo mucho de que la mayoría de los estadounidenses lloraría con nosotros. No porque no tengan corazón, que sí lo tienen. En mi experiencia, la mayoría de los estadounidenses son buena gente, y más tolerantes de lo que pensamos. Pero han sido criados bajo la filosofía de Horatio Alger, un escritor del siglo XIX que tuvo una enorme influencia en la sociedad, con sus historias de niños que nacen pobres, luchan contra todos los obstáculos, trabajando duro y viviendo virtuosos, hasta que consiguen fama y fortuna.
En términos generales, los estadounidenses no ven con mucha simpatía a las "víctimas", y por eso creo que es un error presentar como tales a los inmigrantes, aunque haya muchas evidencias de que lo sean.
Los inmigrantes, en realidad, somos gente en la mejor tradición de Horatio Alger, buscadores del sueño americano, que realmente trabajamos muy duro y nos sobreponemos a los obstáculos. Tenemos una historia que contar, pero no la contamos bien. Al contrario: caemos demasiado en el llanto y la acusación. Lo que hay que decir aquí, y en buen inglés, es que si siguen imponiendo leyes contra los inmigrantes, no sólo nos va a ir mal a nosotros, sino también a ellos: es la economía de los estadounidenses la que va a sufrir un tambaleo.
Hay que contarles que el que va a sufrir es su bolsillo. Ya verán cómo ponen atención
1 comment:
Tu columna, admirada Pilar Marrero, apunta como siempre al centro de la diana. Ahora bien, yo creo que en este caso has hecho la factura sin contar con el mesero, como se dice en alemán. Con ello quiero decirte lo siguiente : En efecto, el sistema capitalista y sus beneficiarios sólo entienden los argumentos que les hace pupa en el bolsillo. Pero yo parto de la base de que tus conciudadanos no latinos, a su vez, parten de la base de que el sistema de deportaciones que están instaurando no afectará a sus bolsillos. Y eso por la sencilla razón de que, cínica pero realísticamente, saben que la inmigración es y va a ser un manantial que no cesa. De tal manera que el flujo de plasma humano para el riego sanguíneo del sistema no se va a interrumpir para nada, antes al contrario, hasta puede resultar beneficioso para el propio sistema, al ir eliminando sangre “vieja” por sangre “nueva”, que abordará los trabajos con bríos que a los otros ya les van pasando por el contacto con el american way of life. No sé si me he explicado bien, pero como eres inteligente hasta decir basta, seguro que entendiste mi reflexión. Vale.
Post a Comment