LOS GUAYACANES NO VOTAN
El domingo 15 de julio de 2007 perdió la vida el guayacán amarillo de la Calle 33 con la Carrera 80A de la ciudad de Medellín; había sido amenazado de tala por la ampliación de la Avenida 33, su pena había sido conmutada por un transplante a otro lugar. Sin embargo, a la hora del transplante pudo más la motosierra depredadora de la administración municipal que la promesa de dejarlo vivo.
Sin misericordia en cien segundos fue cortado en cien pedazos y enterrado en el mismo lugar en donde vivió por 15 años. El guayacán amarillo murió arrancado y mutilado en su propia casa. Murió trozado porqué se negó a ser un árbol desplazado y prefirió la casa por tumba. Sus verdugos, depredadores asalariados estaban pasmados, no creían lo que habían hecho, pero los descansaba la satisfacción del deber cumplido y el consuelo de que es un acto que tiene garantizada la impunidad.
Este detrimento patrimonial de cortar un guayacán amarillo que debía ser transplantado es invisible, no genera responsabilidad fiscal, es como si al árbol se lo hubiera tragado la tierra; si fuera un poste de energía tendría valor, estaría en un inventario, pero por ser árbol estará censado pero no tiene valor.
El guayacán amarillo es un amenazado de vida por el desarrollo urbano salvaje, que el Alcalde Fajardo V. denomina “urbanismo social”, para esconder las barbaridades de su desarrollo implantado. El guayacán amarillo tenía la esperanza de salvarse, había sido escogido entre cientos, pero definitivamente lo tasajearon. La esquina que se pintaba de amarillo estuvo encharcada de hojas y de apartes de lo que era su tronco.
El guayacán amarillo no estaba enfermo ni merecía el destino que le dieron, pero triunfó finalmente la llamada razón práctica: beneficiar a los constructores; es otra batalla que gana el cemento y un granito de arena más al calentamiento global.
No queda más que llorarlo y esperar que llegue el progreso implantado, el mito de naturaleza, las baldositas de colores y las palabras ensalzadas que remplazan la realidad por la esperanza.
Seguramente en ocho días el guayacán amarillo será remplazado por una valla colorida que anun¬ciará mil guayacancitos y llegarán dos o tres payasos para que con un pasacalle municipal intente mitigar la mala imagen de la administración y compense la ausencia y el daño.
Quien creyera que en la “ciudad de la eterna primavera” no pasa nada si se corta un guayacán amarillo, un árbol de flores amarillas, un árbol que pinta amarillo lo que la violencia pinta rojo. Adiós guayacán, adiós flores amarillas, un “mi dios le pague” por las sombras, por enriquecer el paisaje, por infundir alegría y brillo en los espíritus decaídos y por mostrarnos la magia cromática de la naturaleza.
Da pena ajena ver como el “urbanismo social” arrasa con la Avenida 33 y la convierte en un santuario al cemento. Da pena con los otros árboles hacerse a su sombra o escamparse en ellos o tomarles una foto después de presenciar la indolencia de la motosierra oficial.
Cuándo cortar guayacanes amarillos no baja el rating a los gobernantes, no afecta la gobernabilidad, no disminuye la aceptabilidad, no genera detrimento patrimonial, la vida está en riesgo. Lo ambiental no es factor de poder y por eso debe ceder ante el interés particular del constructor. Esta cosmovisión entiende que el paisaje se puede pintar o se puede insertar con vallas y pasacalles, en cambio la rentabilidad económica del suelo no. Se gana más plusvalía con árboles pintados que sólo ocupan superficies verticales que con árboles reales que sí ocupan el suelo. En esta lógica mercantil los árboles no tienen asegurado un lugar sobre la tierra.
Los guayacanes amarillos no son factor de poder, no hacen parte de la democracia electoral y formal, no tienen representación, no tienen voz, no son parte de lo público; ellos no cuentan, no suman, no son parte de la democracia; en fin, los guayacanes amarillos no votan, por eso, los cortan y los botan.
Llegará el momento en que cortar un guayacán amarillo hará, no sólo titilar una estrella, como lo versa el poeta Juan Manuel Roca, sino que también hará palidecer un gobierno.
Medellín, 17 de julio de 2007 (Día de la Justicia Internacional, aniversario del Estatuto de Roma)
Sin misericordia en cien segundos fue cortado en cien pedazos y enterrado en el mismo lugar en donde vivió por 15 años. El guayacán amarillo murió arrancado y mutilado en su propia casa. Murió trozado porqué se negó a ser un árbol desplazado y prefirió la casa por tumba. Sus verdugos, depredadores asalariados estaban pasmados, no creían lo que habían hecho, pero los descansaba la satisfacción del deber cumplido y el consuelo de que es un acto que tiene garantizada la impunidad.
Este detrimento patrimonial de cortar un guayacán amarillo que debía ser transplantado es invisible, no genera responsabilidad fiscal, es como si al árbol se lo hubiera tragado la tierra; si fuera un poste de energía tendría valor, estaría en un inventario, pero por ser árbol estará censado pero no tiene valor.
El guayacán amarillo es un amenazado de vida por el desarrollo urbano salvaje, que el Alcalde Fajardo V. denomina “urbanismo social”, para esconder las barbaridades de su desarrollo implantado. El guayacán amarillo tenía la esperanza de salvarse, había sido escogido entre cientos, pero definitivamente lo tasajearon. La esquina que se pintaba de amarillo estuvo encharcada de hojas y de apartes de lo que era su tronco.
El guayacán amarillo no estaba enfermo ni merecía el destino que le dieron, pero triunfó finalmente la llamada razón práctica: beneficiar a los constructores; es otra batalla que gana el cemento y un granito de arena más al calentamiento global.
No queda más que llorarlo y esperar que llegue el progreso implantado, el mito de naturaleza, las baldositas de colores y las palabras ensalzadas que remplazan la realidad por la esperanza.
Seguramente en ocho días el guayacán amarillo será remplazado por una valla colorida que anun¬ciará mil guayacancitos y llegarán dos o tres payasos para que con un pasacalle municipal intente mitigar la mala imagen de la administración y compense la ausencia y el daño.
Quien creyera que en la “ciudad de la eterna primavera” no pasa nada si se corta un guayacán amarillo, un árbol de flores amarillas, un árbol que pinta amarillo lo que la violencia pinta rojo. Adiós guayacán, adiós flores amarillas, un “mi dios le pague” por las sombras, por enriquecer el paisaje, por infundir alegría y brillo en los espíritus decaídos y por mostrarnos la magia cromática de la naturaleza.
Da pena ajena ver como el “urbanismo social” arrasa con la Avenida 33 y la convierte en un santuario al cemento. Da pena con los otros árboles hacerse a su sombra o escamparse en ellos o tomarles una foto después de presenciar la indolencia de la motosierra oficial.
Cuándo cortar guayacanes amarillos no baja el rating a los gobernantes, no afecta la gobernabilidad, no disminuye la aceptabilidad, no genera detrimento patrimonial, la vida está en riesgo. Lo ambiental no es factor de poder y por eso debe ceder ante el interés particular del constructor. Esta cosmovisión entiende que el paisaje se puede pintar o se puede insertar con vallas y pasacalles, en cambio la rentabilidad económica del suelo no. Se gana más plusvalía con árboles pintados que sólo ocupan superficies verticales que con árboles reales que sí ocupan el suelo. En esta lógica mercantil los árboles no tienen asegurado un lugar sobre la tierra.
Los guayacanes amarillos no son factor de poder, no hacen parte de la democracia electoral y formal, no tienen representación, no tienen voz, no son parte de lo público; ellos no cuentan, no suman, no son parte de la democracia; en fin, los guayacanes amarillos no votan, por eso, los cortan y los botan.
Llegará el momento en que cortar un guayacán amarillo hará, no sólo titilar una estrella, como lo versa el poeta Juan Manuel Roca, sino que también hará palidecer un gobierno.
Medellín, 17 de julio de 2007 (Día de la Justicia Internacional, aniversario del Estatuto de Roma)
2 comments:
Hola, estuve buscando información sobre la Tala de arboles en Medellín, porque de verdad es un tema muy preocupante y que nos afecta a todos.
Es de verdad preocupante ver nuestros recursos naturales "Desplazados en aras del progreso", con la excusa de que no son "Especies Nativas".
El incidente de la 33 fue de verdad penoso y barbárico y lo peor es que la gente no se entera o simplemente voltea su rostro hacia otro lado...
Ahora el plan es talar todos los arboles (desde la universidad Eafit hasta el Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid) Para ampliar una via que se embotellaría al llegar a la estación del metro del Poblado...
Yo personalmente estoy muy indignado con estas decisiones irresponsables, y dejo en duda "El puesto del mejor Alcalde de Colombia" que tiene nuestro actual alcalde, Yo creo que en esas votaciones no pusieron a botar a los Guayacanes...
Hasta pronto
Hola a todos
Como habitante de Medellin me he dado cuenta del problema, que estoy viviendo de una manera dura cada vez. Es como si las personas que viven aqui en Medellín, simplemente quisieran que se convirtiera en NY, llena de carros y de personajes solitarios deambulando por ahi....
Es por eso que me permito y con el pemiso de Marta, mi madre cósmica, agregar algunas informaciones al respecto.
LÁSTIMA QUE LOS POLÍTICOS SOLO SE METAN EN ÉPOCA ELECTORAL.. PERO BUENO QUE SE LE VA A HACER, SIEMPRE LO HACE ASÍ ... Y NOSOTROS LO AGUANTAMOS SIN HACER NADA
Enviado: viernes, 20 de julio, 2007 23:16:35
Asunto: INVESTIGAR ARBORICIDIO EN MEDELLIN
Congreso de la República
Cámara de Representantes
BOLETIN DE PRENSA No. 28 – Julio 19 de 2007
OMAR FLÓREZ PIDE A LA PERSONERIA Y AL MINISTERIO DEL AMBIENTE INVESTIGAR EL ARBORICIDIO QUE SE ESTA DANDO EN MEDELLIN
ES UNA INSENSATEZ SACRIFICAR ZONAS VERDES POR CONSTRUIR NUEVOS CARRILES EN LA VÍA REGIONAL ENTRE LA QUEBRADA ZÚÑIGA Y LA CALLE 34
LAS PIRAMIDES DE LA AVENIDA ORIENTAL , QUE SIMULAN NUESTRAS MONTANAS Y FLORES, ATENTAN CONTRA NUESTRAS TRADICIONES E INDIGNAN AL PUEBLO ANTIOQUENO
Medellín.- Omar Florez , exalcalde de esta ciudad, pidió a la personería municipal y al ministerio del ambiente, investigar a la administración municipal y metropolitana, por las obras que con una inversión estimada en $ 35.000 millones destinadas a la construcción de nuevos carriles en la Vía Regional , por los efectos negativos en materia ambiental y de deterioro de calidad de vida para la población ubicada entre la Quebrada Zúñiga y la Calle 34 , y por la construcción de las pirámides que se construyen en el separador central de la avenida oriental, las cuales recibieron serias objeciones por parte del concejo municipal y la contraloría de Medellín, pues también atentan contra el ambiente y pueden estar tipificando un deterioro patrimonial y ecológico, cuyos responsables deben ser severamente sancionados.
Florez Velez, también manifestó que “ En lugar de asesinar árboles en la avenida regional, debe estimularse la utilización del transporte público, especialmente el del Metro, como sucede en las grandes ciudades del mundo. Seria imperdonable destruir cerca de 35.000 metros cuadrados de zonas verdes, y talando mas de 700 árboles. Y en el separador central de la avenida oriental deben sembrarse árboles y ubicados lindos jardines. Deben explorarse formulas cuyo costo, impacto social y ecológico sean mínimos”.
OFICINA DE COMUNICACIONES
Un abrazo ... pensando en que la tierra vuelva a ser nuestra casa...
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