Imagino que René Rodríguez Soriano nació como él dice que nacen sus libros, de costado y sobre una alfombra voladora. Creció con los ojos llenos de palmeras, brisa y mar en República Dominicana, y vive de viaje, mientras sus poemas se le escriben entre los dedos, solos y sin autorización. Va y viene entre el insomnio de Miami y la sonrisa de merenguero que le destila jazz por todos los costados.
En él, la vida es un relámpago, un refulgir de palabras brillantes y sonoras que estallan en los oidos de los que lo escuchamos, en los ojos de los que lo leemos y en el corazón de los que amamos su poesía. Porque es un hombre multifacético, a medio camino entre periodista, escritor, poeta y encantador de serpientes. Sabe de los artilugios secretos de la delicadeza y sus venenos, conoce perfectamente la sed literaria en la que edificó su mundo y desde donde nos habla con voz y con voto por la vida.
Escribe y vive con las tripas, no se queda en la orilla de ninguna parte y va directo a lo que le preocupa sin esperar opiniones burócratas sobre lo adecuado de permanecer en el justo medio de la nada. Recomienda que no escuchen sus consejos y que lo acompañen en su vuelo sin equipaje por las esquinas del poema.
Aquí les dejo sus palabras de dientes feroces, palabras que no le pertenecen porque desde que se le escapan son mas nuestras que nosotros mismos.
[Al Gabo, desmesuradamente]
En él, la vida es un relámpago, un refulgir de palabras brillantes y sonoras que estallan en los oidos de los que lo escuchamos, en los ojos de los que lo leemos y en el corazón de los que amamos su poesía. Porque es un hombre multifacético, a medio camino entre periodista, escritor, poeta y encantador de serpientes. Sabe de los artilugios secretos de la delicadeza y sus venenos, conoce perfectamente la sed literaria en la que edificó su mundo y desde donde nos habla con voz y con voto por la vida.
Escribe y vive con las tripas, no se queda en la orilla de ninguna parte y va directo a lo que le preocupa sin esperar opiniones burócratas sobre lo adecuado de permanecer en el justo medio de la nada. Recomienda que no escuchen sus consejos y que lo acompañen en su vuelo sin equipaje por las esquinas del poema.
Aquí les dejo sus palabras de dientes feroces, palabras que no le pertenecen porque desde que se le escapan son mas nuestras que nosotros mismos.
FALSO PISO
Por: Rene Rodríguez Soriano
"Del otro lado no hay orilla"
Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez
Se escribe con un pez ciego entre los dedos, con un pulpo haciendo cientos de señales de la cruz. Todos los carros van alguna vez camino del infierno, todos los gallos desafinan la sombra con el pincel de su canto. Me gusta la flauta dulce, de caña, la flauta india que tuerce sin romper el viento contorneando su cintura entre los hilos del aire. Me gustan las tubas, los cornos franceses, las maracas. Me gustan los tomates bien maduros, y levantarme en las mañanas grises y mirar que sale o no sale el sol.
Me gustaba, atravesada entre mi sueño y mi frazada, la guitarra de Homerito despertando a mis hermanas que, de niño, me levantaban bien temprano y con rocío para la misa de domingo. Más que los sermones y las homilías, me tranquilizaba convincente un buen helado de ciruelas o de fresa. Aunque los como, no soy muy amigo de los melones cantaloupes. Soy débil por las mandarinas, sus gajos como labios finos, deseantes, deseados. Me gustan los limones, las limas. Soy loco con las guamas, los caimitos manchosos, las ginas, los pomos, las granadas –o grosellas que amargan cuando muerdo la telita que separa semilla de semilla–. Me gustan las canciones y los barcos; los buses y las fresas y besar ojos abiertos, desnudos, sin sombrero.
Después llegaron las preguntas: a la noche, a una mariposa sabatina que me entretuvo en Brescia; a un caballito del diablo; a un pirilampo, que volaba o encendía las horas del amanecer; a un cometa; a un niño mudo; a una mujer despeinada, buscando el metro a todo tren por Time Square o Altamira. En Tel Aviv, sin crucifijo, a un juglar y en el viejo San Juan, andando a pie, a una muchacha de amarillo canario con casi los ojos de Anaísa... a las flores, a las estrellas y al violín de Becho, también los acosé sobre el verde de los olivos, el mosto de las uvas y mi aversión por el arroz con garbanzos y las lentejas sin sal. Amo las sopas de los días de lluvia.
Apenas hace un rato se me antojó caminar a orillas del lago, vi una luz pequeña bañarse aguas adentro en lo más profundo. El más grande de los patos les secreteaba travesuras a las patas, un patito amarillo, pequeñito y con plumas que se confundían o aparentaban la pelambre de un gato feo, nadada y no nadaba en la orilla. El mariachi sacaba niños de su auto como un mago saca conejos del sombrero. Casi todos duermen y en el fondo del lago otras luces, casi imperceptibles sobreviven o se ahogan. Papá me dijo alguna vez que las mujeres y las patas son al agua y a la luz como la noche al manto, o a la inversa.
Yo no escribo, yo pinto. Trato de describir o desdecir lo que no puedo apuntalar con mi decir en este espacio que desborda el vacío. Yo no cuento, yo no canto; toco, pulso una lira sucia de escayolado pensar. Doto alas a las plumas de mi lengua y voy por los caminos del espanto perdido en los sinónimos del diccionario. No pregunto, cuestiono, no exijo, no reclamo, no grito, no imploro ni rezo ni deliro, nado como Adán cuando nada como ave ante la indiferencia de su Eva. Yo no pulo, yo no limpio, yo no lavo, yo no arrugo, yo no plancho ni almidono, ni zurzo ni cuestiono ni espero respuestas. No tengo prisa, no espero nada. Lo tengo todo.
Me gustaba, atravesada entre mi sueño y mi frazada, la guitarra de Homerito despertando a mis hermanas que, de niño, me levantaban bien temprano y con rocío para la misa de domingo. Más que los sermones y las homilías, me tranquilizaba convincente un buen helado de ciruelas o de fresa. Aunque los como, no soy muy amigo de los melones cantaloupes. Soy débil por las mandarinas, sus gajos como labios finos, deseantes, deseados. Me gustan los limones, las limas. Soy loco con las guamas, los caimitos manchosos, las ginas, los pomos, las granadas –o grosellas que amargan cuando muerdo la telita que separa semilla de semilla–. Me gustan las canciones y los barcos; los buses y las fresas y besar ojos abiertos, desnudos, sin sombrero.
Después llegaron las preguntas: a la noche, a una mariposa sabatina que me entretuvo en Brescia; a un caballito del diablo; a un pirilampo, que volaba o encendía las horas del amanecer; a un cometa; a un niño mudo; a una mujer despeinada, buscando el metro a todo tren por Time Square o Altamira. En Tel Aviv, sin crucifijo, a un juglar y en el viejo San Juan, andando a pie, a una muchacha de amarillo canario con casi los ojos de Anaísa... a las flores, a las estrellas y al violín de Becho, también los acosé sobre el verde de los olivos, el mosto de las uvas y mi aversión por el arroz con garbanzos y las lentejas sin sal. Amo las sopas de los días de lluvia.
Apenas hace un rato se me antojó caminar a orillas del lago, vi una luz pequeña bañarse aguas adentro en lo más profundo. El más grande de los patos les secreteaba travesuras a las patas, un patito amarillo, pequeñito y con plumas que se confundían o aparentaban la pelambre de un gato feo, nadada y no nadaba en la orilla. El mariachi sacaba niños de su auto como un mago saca conejos del sombrero. Casi todos duermen y en el fondo del lago otras luces, casi imperceptibles sobreviven o se ahogan. Papá me dijo alguna vez que las mujeres y las patas son al agua y a la luz como la noche al manto, o a la inversa.
Yo no escribo, yo pinto. Trato de describir o desdecir lo que no puedo apuntalar con mi decir en este espacio que desborda el vacío. Yo no cuento, yo no canto; toco, pulso una lira sucia de escayolado pensar. Doto alas a las plumas de mi lengua y voy por los caminos del espanto perdido en los sinónimos del diccionario. No pregunto, cuestiono, no exijo, no reclamo, no grito, no imploro ni rezo ni deliro, nado como Adán cuando nada como ave ante la indiferencia de su Eva. Yo no pulo, yo no limpio, yo no lavo, yo no arrugo, yo no plancho ni almidono, ni zurzo ni cuestiono ni espero respuestas. No tengo prisa, no espero nada. Lo tengo todo.
[Al Gabo, desmesuradamente]
5 comments:
Hola Marta!
Primero agradecer 'sabediosquién', el que mi correo mail haya aparecido en tu lista. Sigue agradecerte a ti, esa constancia de no sólo mantenerme en ella apesar de mi mudez, pero la mudez es casi siempre el trago diario de los escribientes, a pesar de las palabras. Si de agradecer se trata, escojo un renglón más del inventario, el más importante: tu falta de mudez, y lo pongo a la cabeza de la lista a pesar de que todavía no llega el "día del pavo". No me queda mucha cuerda de voz, así que la aprovecho para, aunque con mucho retraso, darte la bienvenida a mi casilla; a tu blog más que a ti, que apenas entra el saludo, se evapora con el acto inevitable de abrir el cofre y apresurar el acto de leer. Como ya apenas estoy estirando el extremo de la cuerda, no la suelt sin antes decirte que eres muy buena en este quehacer bloguero, y desearte que nunca se te acaben las palabras.
Ahora y con el último aliento epistolar que reservo para las mañanas (si no están lluviosas), te dejo, en señal que no se si entenderás de agradecimiento, o tal vez de presentación, o simplemente de intercambio desventajoso de mi parte, algunos intentos de poema que recogí de mi falta de blog y de constancia para reunir con cierta armonía un par de cosas que al menos se parezcan.
Un abrazo con salud!
María Eugenia
Hola Marta
Me gusto que hicieras el articulo sobre Rene Rodrigues Soriano ademas de ser excelente persona escribe bien y tal vez algun dia salga con una buena obra que lo catapulte.
Estoy asombrado con tu forma de escribir y te doy un consejo, no pares que vas muy bien
Un saludito de Paris para alguien que escribe muy finamente; Un abrazo Marina
Seguro que René escribe muy bien y que ya ha escrito más de una buna obra; gracias a ello está en este magnífico blog y gracia a ello lo leemos aquí, en el extremo austral de la América Austral. Y nos gusta. Y nos llega. Felicitaciones por incluir este Falso piso; luego de leerlo es difícil decir cómo de bien escribe René.
Hola, amiga.
El fenómeno de los blogs es apasionante. Pienso que hay características muy particulares que motivan su éxito o su fracaso y que definirlas es un poco elusivo. Es una especie de pócima, que se activa cuando se dice un conjuro que se arma como un rompecabezas con las colaboraciones que se anotan.
Esa pócima lleva como ingrediente principal el carisma del o la convocante, y eso, querida, a vos te sobra.
Marjorie
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