Llegó cumplida y expectante, elegante en su sencillez casi monacal, (jeans y t-shirt negra sin adornos), si no fuera por sus pequeñas uñas de manos y pies pintadas de un fresa secretamente provocativo.
Se presentó sola, “Hola soy Daína”. Y su magnetismo se hizo cargo de los asistentes al taller de lectura en honor de su última novela, LA ISLA DE LOS AMORES INFINITOS. Durante la charla los que habían venido a escucharla, yacían sobre sus sillas, hechizados con el ligero temblor de sus labios al hablar, que era de pura emoción creo, de conversar de las cosas que le interesan y más aún, me pareció como si su afán fuera poder llegar al fondo de las inquietudes de los que allí estábamos. Fue una charla deliciosa, una mujer abierta como una flor para su público, una escritora que definitivamente no se perdona las improvisaciones y se asegura personalmente de que las cosas sean como tienen que ser cuando muestra su trabajo.
Hablamos de la Cuba decimonónica, y de principios del siglo XX, de las tres culturas que componen la historia de su novela y del mágico viaje emprendido por tres familias, una en África, otra en España y otra en la China, que cuentan sus desventuras en el periplo de su final arribo a Cuba. Nos contó de su infancia, nos explicó a fondo las necesidades de sus personajes, nos extendió un certificado de veracidad a toda prueba sobre las costumbres y usos de la época, pues según ella es muy importante que la documentación sea tan rigurosa como la misma narración.
Todo lo dijo atacando las palabras, apurándolas para que dejaran salir las que pugnaban por aparecer detrás, no quería dejar pasar ninguna oportunidad de complementar, explicar, y satisfacer la curiosidad de los lectores. No le costó ningún trabajo en ocasiones descender unos cuantos peldaños para clarificar inquietudes inocentes, o con gran cortesía desanimar a la señora despistada que en mitad de la reunión pasaba por allí y preguntó si su novela servía para proponerla en un taller de libros de autoayuda.
Nos entonó sin vergüenza ninguna, un par de estrofas de boleros que hasta quisimos cantar con ella. Nos hizo reír con sus apuntes explicatorios sobre los dichos cubanos que nacieron de la convivencia con los primeros chinos en la isla, y finalmente se sometió juiciosa al acoso de sus fans que acabaron con una pila de libros dispuesta para los que quisieran adquirirlo autografiado, y sin reparo aceptó con entusiasmo firmar los que algunos llevaron de sus casas, comenzando por una edición cubana que ya no se consigue.
Así terminó la noche, con esa sensación de plenitud que se tiene también cuando uno va a un buen lugar y no le duele pagar la cuenta. Aunque en este caso en concreto, la cuenta se la quedamos debiendo porque al final el billete que nos trajo el mesero era una nota de cortesía del dueño del lugar, diciéndonos que la casa invita. Barnes & Noble ofició de buen anfitrión, Daína Chaviano, inmejorable como luminaria invitada y nosotros, sus lectores, regresamos a casa con el corazón pleno de magia, palabras e historias que nos dejaron listos para ir de primeros en la fila a comprar su próxima novela.
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