Sunday, August 12, 2007

ESCRIBIR HASTA REVENTAR

Sin más argumentos, les traigo la visión del poeta nadaísta colombiano Jota Mario Arbeláez, para ilustrar desde otro ángulo, el tema que nos atañe por estos días con aquello de escribir, publicar, vender, en fin, todo lo que se genera del ejercicio literario y sus interesantes esquinas ideológicas. Ustedes tienen la última palabra:
Por: Jota Mario Arbeláez
Poeta Nadaista

"Por un poema redimí mi bachillerato y por otro poema merecí el doctorado honoris causa en una universidad. Un libro de poemas me llevó a Macedonia a encontrarme con 80 poetas del mundo en pantaloneta. Por un poema Artemio Franco mandó a restaurar los techos desplomados de mi casa de las agujas. Por un premio de poesía llegué a la publicidad a seguir recibiendo el mismo premio todos los meses. Por un poema Pacho Santos me llevó a El Tiempo. Por dos poemas que le leí a mi mujer al oído tengo dos hijos. Y con poemas edifiqué mi casa y tanqueo mi Mercedes. Por ser poeta me piden que defienda causas perdidas. Por la poesía fui a Islanegra a saludar a Nicanor Parra. Y la poesía, que es contradictoria como la realidad, no me ha brindado sinsabores sino cuando he triunfado con ella ganando premios." (Tomado de un texto anterior del mismo Jota Mario)

ESCRIBIR HASTA REVENTAR
Representa un privilegio el tener dónde expresarse, y sobre todo sin ningún tipo de censuras ni coacciones. Desde hace casi 10 años sostengo columna semanal en El País, lo que me permite continuar viviendo en mi barrio, comunicarme con infinidad de lectores, enviar mensajes cifrados a mis prospectos, mirar cómo Cali va despertando de un letargo ruinoso generado por gobernantes ineptos. Desde siempre Cali fue una ciudad que no se resignó a tragar entero. La alegría de los caleños, manifiesta en su culto al baile y la música -así hubiera o no hubiera plata-, se mantenía equilibrada con su disposición a luchar contra esas leyes que daban paso a injusticias rampantes, como la ley del embudo*.
Recuerdo cómo sufría cuando nadie me publicaba, y tenía que imprimir mis reclamos en esa arma tan peligrosa como perseguida que era el mimeógrafo. Y salir de madrugada con el lechero a deslizar los panfletos por debajo de las puertas de los durmientes. No pocas veces tuve que salir corriendo cuando alguna luz se encendía en una ventana, o un perro desaforado me daba caza para morderme una nalga.
En juego largo hay desquite, me decía el garitero para consolarme de mis derrotas en el billar pool, y mi abuela cuando veía que me quitaban las novias. Nunca pasé un día sin escribir una página por lo menos y leer diez. De pronto me comenzaron a llamar de periódicos nacionales y regionales, de revistas literarias, de arte, políticas, eróticas, humorísticas y virtuales como Cronopios. Y como tenía tanto material acumulado de las épocas del silencio, aproveché para vaciarlo en esas tribunas. De allí que muchas veces sea tan evocativo, me plante en la infancia de pantalón corto, regrese con tanta frecuencia al Santa Librada, siga tirando piedra contra el binomio gobierno-fuerzas armadas en permanente 10 de Mayo. Los ahorros literarios de paciente hormiga me dan de vez en cuando la mano para cumplir con tanto requerimiento. No es porque me estén comiendo la nostalgia ni la melancolía. Y ni siquiera la saudade, con ser palabra tan linda.
Desde que sale el sol van entrando en mi estudio libros como amores que me remite la vida. Como una gratificación por habérmela pasado vida leyendo, supongo, me han invitado para la próxima Feria del Libro del Pacífico, al Simposio Jorge Isaacs, con quien todavía no he hecho migas. Aunque me inflo de orgullo al figurar a su lado en el magro mosaico de escritores vallunos propuesto por Julio César Londoño. Mi profesor de literatura me había increpado que nunca estaría hombro con hombro con el autor de María. Este feliz montaje fotográfico le da un mentís.
Ya ha comenzado la guerra de las Galias intelectual con respecto de la peregrina tesis de Julio César. Blande su espada Fabio Martínez, quien no se traga el sapo de que la literatura antioqueña y la bogotana sean superiores a la nuestra. Yo si lo creo, con todo y que tengamos a un escritor de 18 quilates como es Fernando Cruz Kronfly. Pero volvamos a mi cuento. Cuando tenía veinte años suscribí un manifiesto solicitándole al alcalde de la ciudad que recogiera el monumento de Efraín y María –en ese tiempo al pie del Batallón Pichincha- y lo sustituyera por uno de Brigitte Bardot desnuda. De no hacerlo dinamitaríamos la estatua. Debo reconocer que hoy la Bardot tiene la figura de una foca de las que protege, mientras que la heroína de Isaacs conserva su inmaculada belleza.
García Márquez suele repetir que escribe para que los amigos lo quieran más. Yo lo hago para hacer rabiar más a mis enemigos. Aunque lamentablemente cada vez cuento menos. Algunos se murieron de rabia, otros de envidia, otros de viejos, y otros entraron en Parkinson.
Ahora me llega otro privilegio con aspecto de desafío, que debo agradecer a El País. La apertura de un blog personalizado para escribir el día a día. Eso si no lo tenía ni soñado. Comparto esta distinción con Guillermo Díaz Salamanca, Andrés Otálora y Patricia Castañeda. Desde el 9 de Agosto, consultando http://www.elpais.com.co/. Afilo las teclas y las garras y me siento a gusto en mi estudio para dar rienda suelta a lo que tenía por decir.
(Tomado de CRONOPIOS, diario de hombres y mujeres de palabra)
* En Colombia la ley del embudo significa: "Lo ancho pa' mi y lo angosto pa' los demas"

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