Thursday, May 13, 2010

NO ES UN RIO....ES UNA MADRE.



A finales de los noventas, tuve el privilegio de conocer una de mis artistas favoritas. La colombiana Delcy Morelos, ganadora de casi todos los certámenes de Arte a nivel nacional de 1.994 a 1.997. Esta mujer más maga que cualquier otra cosa, nos invitó a mi compañero de entonces y a mí, a visitarla en su casa-taller de “La Perseverancia”; un barrio entre macabro y pintoresco, donde artistas de todos los pelambres, desde los más reconocidos hasta los que nunca vieron la luz fuera de sus oscuros refugios, convivían sin distinción de categorías ni estratos sociales.

Yo tenía un enorme deseo de conocerla, porque su trabajo más reciente me había dejado un hoyo en el corazón. Había quedado muda frente a su versión magistral de lo que es la maternidad. Ganadora indiscutible del Salón de Arte Joven de 1.994, con una gigantesca e impecable muestra en acrílico titulada: “NO ES UN RIO, ES UNA MADRE”. Una franja de rojo absoluto que partía el horizonte visual de paredes blanquísimas, en un río sangriento que cruzaba el espacio, con su repetición explosiva y dolorosamente interminable. Al estar allí de pié frente a este trabajo, tuve la certeza de que nada visto por mis ojos anteriormente, alcanzaba a describir siquiera de lejos, lo que una mujer experimenta desde que se convierte en madre.

Ser madre es eso, un rió de emociones encontradas. Una perplejidad continua por el milagro de la vida y por la amenaza de la muerte, ya que ambas rondan el corazón de cualquier madre, que ruega a Dios para que a su crío no le pase nada; en contraposición irónica con un hijo que crece a pasos de gigante, rogando a los santos todos los días para que le pase todo, porque lo único que tiene en mente, es devorarse el mundo de un solo bocado, sin medir ni pesar riesgos.

Ser madre es conocer de memoria los desperfectos del techo, aprendidos en el insomnio de las noches en que el hijo no llega, pero si alguien la sorprende pensativa, "aquí no pasa nada". Es un puñal que atraviesa su corazón el día que algo le pasa por insignificante que sea, es convertirse en clarividente, enfermera, profesora, sicóloga, mártir y guerrera invencible de un día para otro.
Ser madre es esa parte de nosotras que siempre nos impresiona porque transgrede todos los valores, supera todos los límites, perdona todos los pecados, olvida todas las ofensas y le encuentra justificación a todas las embarradas cometidas por su hijo sin importar el tamaño de sus desaciertos.

Un hijo le rompe todos los metros, le saca todas las lágrimas, le siembra una sonrisa eterna, cada vez que recuerda ese día en que su inocencia le conmovió y vuelve a sentir exactamente la misma ternura que cuando sucedió. Es un volcán de orgullosa lava que brota de adentro cuando hace algo extraordinario.
Un hijo nos saca lo mejor que somos, nos enseña lo que no sabíamos que éramos hasta que él necesitó que lo fuéramos. Un hijo es una estrella que nos marca una ruta que seguimos sin titubear hasta el último día de nuestras vidas, y finalmente, y esto lo aprendí hace poco, un hijo vence la muerte cuando una madre es capaz de vivir más allá de los días que le tocan solo porque su hijo se lo pide.

Aquella lejana tarde con Delcy en su pequeña habitación, después de hablar de astrología, de su colección de piedras recogidas en todos los ríos, supe la razón de la contundencia de su trabajo y el secreto certero de sus conclusiones, cuando al preguntarle ¿Cómo hacía para alcanzar semejantes imágenes, capaces de conmover hasta el escalofrío a los observadores?, ella sin decirme una sola palabra, me señaló un letrero entronizado en lo más alto de su mesa de trabajo...SOLO LA VERDAD.

Y si, cuando buscamos la verdad encontramos el asombro, el milagro, la poderosa esencia de lo que somos. Una madre es un río eterno que estalla en el corazón de la mujer, desde el día en que sabe que espera un ángel que le va a cambiar la vida. Un ser que le garantiza que tendrá que correr tras él para intentar alcanzarlo, entenderlo, comprender su idioma, su lenguaje y su mundo interior indescifrable para otros.

Una mujer se vuelve Dios al dar a luz: Lo puede todo, es capaz de superarlo todo; resistir y transformar todo en amor, refinado en el más puro crisol que es su sangre.
Por eso no olvido en una fecha como esta, esa obra de Delcy Morelos y su verdad de a puño: “NO ES UN RIO, ES UNA MADRE”.

Feliz día de la madre a todos los ríos del mundo.

7 comments:

Anonymous said...

Hola querida Marta! como estas!

Yo estoy en pleno terremoto.
Es la no logica del destino.
Te extrano! Cuidate:
Besos desde Tunez!
Youssef Rzouga

Anonymous said...

Marta: estoy metida de cabeza en un Instituto sobre el Poder del Pensamiento Visible. Que nombre tan ampuloso..... verdad??

Y en el momento del café abrí mi correo y encontré esta "joya" tuya que me emocionó hasta las lágrimas. (Obviamente mis compañeros se mostraron sorprendidos por mis ojos llorosos).

La obra me impresionó y cada palabra me conmovió y me permitió identificar sentimientos que están ahí en mi alma y en mi piel pero que no había visto escritos.
De nuevo gracias por compartir tanto corazón con tus afortunados lectores!!! Un abrazo,

María Elisa

Anonymous said...

Adoro este artículo!!
No me gusta ser así....

literart said...

No soy madre, pero tengo tres hijos y por lo que dices, parace que también fuera río porque son tres poderosas fuentes que lo alimentan.

Anonymous said...

Marta
Las madres, los rios, los hijos, y los que te leemos estamos agradecidos con este post.
Para que mas palabras si las tuyas bastan y se sobran.

Clara Valero O.

Anonymous said...

TE ABRAZO FRATERNALMENTE, DESEÁNDOTE LO MEJOR, DESDE MI RINCONCITO AFECTIVO EN GOYA,CORRIENTES, ARGENTINA. ¡VAMOS TODAVÍA!
BESITOS
MA ALICIA

Anonymous said...

LOOOVE IT!!!
Gracias querida primita, por compartir tanta ternura, pensamientos lindos y profundos que conmueven hasta el mas guapo.
Un besito, te quiero y Dios te ilumine cada dia con tanta sabiduria.

Mary G.