Thursday, June 14, 2007

LOS CIEN AÑOS DE LA PALOMA

México y el mundo conmemoran el centenario de mi nacimiento y el casi cincuentenario de mi muerte. Soy FRIDA KAHLO, mujer feroz, apasionada, talentosa y transgresora. Pasé a la historia por múltiples razones: Por mi pintura, desarrollada casi toda en autorretratos hechos desde mi lecho de enferma, mi escritura con esa intima y desgarradora poética que da el dolor, mis amores con Diego Rivera, el muralista mas grande que ha tenido la historia latinoamericana, y mi posición política, abiertamente comunista, en una época en que tal postura era considerada pecado mortal.

A los dieciocho años, cuando viajaba con un amigo en un autobús, un tren nos arrolló hasta partir en dos el vehiculo. Una barra metálica, entró por mi vagina y salió por mi pecho, dejándome en cama prácticamente por el resto de mi vida, sometida a más de treinta cirugías, con el posterior uso de corsés de yeso y morfina para sobrellevar los terribles destrozos de aquel suceso. Mi madre, para entretenerme, me regaló un espejo que instaló en el techo de la cama, y desde allí, pase meses enteros, dedicada a la lectura, la escritura y a pintar mi tragedia.

Mi padre, un judío-húngaro nacido en Alemania, me introdujo en el mundo de la fotografía, de allí vienen los pequeños formatos de la mayoría de mis obras, y la frontalidad con que me represento a mi misma. Fui una mujer excepcional, contestataria y rebelde, viví al filo de las cosas, tuve varios amantes, entre hombres y mujeres. Los amé y ellos me amaron, en la misma proporción que otros me odiaron. Me casé y me separé varias veces del mismo hombre, mejor dicho, del único hombre de mi vida: Diego Rivera,

“Diego-principio
Diego-constructor
Diego-mi niño
Diego-mi novio
Diego-pintor
Diego-mi amante
Diego-mi esposo
Diego-mi amigo
Diego- mi madre
Diego-mi padre
Diego-mi hijo
Diego-yo
Diego-universo
Diversidad de la unidad. Por que le llamo mi Diego?
Nunca fue ni será mío. Es de el mismo”


Viví en “La casa azul” de Coyoacan, la casa de mis padres, a la cual le construimos un puente para conectar con la casa de al lado, donde vivió Diego sus ultimas épocas conmigo. Sus paredes hablan aun del amor escandaloso entre el “elefante y la paloma”, aun se pueden escuchar las risas de nuestros invitados a las tertulias, los techos todavía se estremecen con las discusiones y las fiestas. No me arrepiento de nada, siempre fui más allá de lo que los demás pronosticaron para mí y lo que mas me duele, es no haber podido darle un hijo a Diego.

Estoy muy enferma últimamente, mi cuerpo no tiene ya fuerzas, solo... “espero alegre la salida… y espero nunca volver”